14 de noviembre de 2009

Hoy un gran profesor nos dejó...

"Miro el campanil,
miro a los árboles
y creo escuchar
cómo en lo alto,
las hojas murmuran
que este profesor,
parece que alguna vez,
estuvo dando clases
en las aulas de la facultad..."
Manuel Gutiérrez Mieres
Como alguna vez él lo dijo, las hojas aún recuerdan como un sencillo profesor se encargaba de transmitir lo maravilloso que es educar, muchos fueron los que tuvieron el privilegio de pasar por sus aulas y descubrir lo mágico del arte de enseñar, con su calidez, su pasión por la enseñanza, inculcaba alegría, esperanza y humildad, enseñaba para hacer de este mundo algo mejor.
Hoy un gran profesor nos ha dejado, pero sus enseñanzas quedarán vivas en la memoria de cada uno de los que pudieron conocerlo, las más de 350 perosnas que se unieron al grupo de facebook reflejan lo especial que era este gran hombre, llegaron saludos de todos los lugares de Chile, diversas generaciones expresaron su afecto, esto indica una cosa, que todo lo que pudo inculcar en cada uno de sus alumnos(as) logró quedar en su memoria, hablando en lenguaje más técnico, sin duda que logró aprendizajes significativos en todos los que disfrutaron de sus clases.
Desde este espacio queremos entregarle las condolencias a la familia y amigos, y decirles que Manuel Gutierres Mieres, será un hombre que traspasará las fronteras del tiempo y estará presente, con su enseñanza, en muchas aulas de nuestro país...

Algún día, en algún lugar un maestro escribio...

"Dijimos a los niños que fueran en busca del hombre que mejor diera felicidad a una escuela.

Partieron de madrugada, presurosos y anhelantes en un torbellino de gritos y risas. Las nubes se abrieron y los alumbró el sol.

Corrieron por montes y valles, cruzaron bosques y ríos. Era un colmenar bullicioso con voces y ecos, con vitalidad y paz. El sol sonreía.

A un hombre que tenía las manos iluminadas encontraron en su caminar.

- ¿Qué sabes hacer? -preguntaron.

- Amplias carreteras y caminos asfaltados. Grandes casas, rascacielos esbeltos y encantadores -contestó el hombre.

- ¿Qué hará la escuela con este hombre que hace cosas maravillosas, sino se sabe sentirlas ni apreciarlas?

-pensaron los niños.

Siguieron en carreras y juegos, sus ojos radiantes de felicidad, trayendo en sus mejillas y cabellos el frescor de la nieve, el musitar de los bosques y el murmullo de los ríos.

Un hombre erguido, que llevaba colgado del hombro, un bolso de yerbas buenas, les llamó la atención.

- ¿Qué sabes hacer? -preguntaron.

- Mitigar el dolor de los enfermos, curar a los heridos. ¡En este bolso está el secreto de la salud! -contestó el hombre.

- No basta gozar de la salud del cuerpo para ser feliz -dijeron los niños.

Llegó el atardecer y con paso quedo siguieron caminando por aldeas y ciudades. Vieron en los poblados la miseria, egoísmo, la desolación. Supieron de niños sin infancia, de sus caras serias, de miradas interrogantes, de serpientes de realidad amarga que empezaban ya a roerles el corazón.
Otro hombre, no menos erguido, que empuñaba un bastón se presentó ante ellos.
- ¿Qué sabes hacer? -preguntaron.

- Poseo el bálsamo del corazón que devuelve el honor mancillado, que levanta el sentimiento de la dignidad -dijo el hombre con alegría.
- ¡No! -exclamaron los niños.

Tampoco es este el hombre que necesitamos para hacer feliz a la escuela. Queremos algo más, que avive el fuego de los niños que ahora parecen vivir sin vivir.

Al llegar la noche, los niños, con pesadumbre, al no encontrar al hombre que buscaban, encaminaron sus pasos, y al despertar el día, al asomar la aurora, llegaron a la mar.

Miraron asombrados. Su mueca de pena se transformó en faz de júbilo y de nuevo carreras y juegos, porque divisaron a un hombre de aspecto venerable, ojos soñadores y dulce faz. Sentado sobre una roca, conversaba amablemente con niños jóvenes y ancianos.

- ¿Qué sabes hacer? -preguntaron.

- ¡Muchas cosas! -dijo el hombre.

- Pero, ¿qué? -inquirieron los niños.

- Que cada uno lleva la felicidad en sus propias manos y que lo esencial es ver claro en sí y en los demás.

- ¿Y qué más? -preguntaron muy interesados.

- Que los hombres son montones de alegría y de dolores, que cada uno tiene la cuerda sensible y que el secreto consiste en hacerla vibrar.

- ¿Y la felicidad en la escuela? -preguntaron.

- La felicidad no es un don del cielo, sino adquisición del saber y del querer.

- ¡Con él haremos la transformación de la escuela! -exclamaron los niños, llenos de felicidad.

Empapados de brisa de mar y sabor de agua, volvieron en tropel, sin jadeos. ¡Felices!, convencidos de haber encontrado a ese hombre, a ese sembrador.

Ese conductor y comunicador que iba por los pueblos, era el Profesor.

El más ilustre y abnegado servidor de las escuelas: El MAESTRO..."
(Manuel Gutierrez Mieres)

13 de noviembre de 2009

Educación Básica con Especialización

La carrera de Educación General Básica con Especialización de la Universidad de Concepción es una carrera que comenzó el año 2008 y busca formar profesionales de la educación especialistas en los distintos subsectores de la educación básica, para saber mas información visita la página de la carrera...

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